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La vida sigue siendo sorprendente...



Yo la vi y no era ella. Pasé a saludarla para despedirme.



Me tocó botar el arroz último que había hecho en su olla, ya maloliente.

Su último café tenía cerca de tres o cuatro días de frío, acompañado de la nata gruesa del moho.



Por otro lado, su ropa ya esta doblada junto al sollozo dolor de una cama incompleta.

Ese sollozo aun lagrimea el deseo de seguir compartiendo ese amor con más de 40 años de edad. Sigue con el ánimo de seguir amándola, intentando entender lo que paso y lo que existe y tiene en su realidad.

El día en que pasabamos la última noche, hubo sorpresas que le agradezco a la vida. Sorpresas de sorpresas.

La primera de ellas fue ver a aquellas personas que también pasaron a saludar para despedirse, las cuales eran personas que el tiempo les apremió con los brillantes rayos de sus cabellos. Eran los amigos que habian estado durante la vida... cuantos años juntos? ni idea... ni ellos saben, solo saben que pasaron a despedir a los años que pasaron juntos.

Despues, presentar lo novedoso. En casa no la conocían oficialmente (?),
pero pude presentarle a mi familia a mi novia en medio de la vela. Fue rarísimo, pero novedoso. Era la compañía que me brindaba con cariño, a pesar del desconocido entorno. Sorpresa? Sí claro! Apenas estabamos iniciando nuestro noviazgo, cuando ya nos toca asumir elementos fundamentales en la vida. Lo complejo del tiempo es saber percatarse que lo puedes invertir en ratos tan importantes como en la calidad altísima de un buen corto momento. Sin duda alguna, me convenzo que en estos espacios fundamentales, la pregunta de ¿cuál es el papel que me toca asumir con mi pareja? es la que modera la buena voluntad, con buenas intensiones, transformadas en agradables acciones.

En ese mismo instante, otra sorpresa... mientras llegaba Taty, también llegaban los amigos que Dios me dio en mi querido Barrio Córdoba, tierra de aprendizaje. En medio de la situación, no dudaron en meterse 7 u 8 personas en un carro para llegar a acompañarme junto a mi familia. Llegaban otras personas en bus, carro o en taxi.... solo sé que ellos llegaban, no a despedir a la que se había ido, sino en acompañar en esos espacios en los que uno tiene que tragar seco. Esa sorpresa de ver personas con las que comparto trabajos y momentos de esparcimiento, me sensibilizó mucho... es que eran como 27 personas ajenas a mi familia, pero responsables de fortalecer la fe.


Yo me encontraba muy tranquilo... la sensación es extraña y no sé explicarla. Los comentarios comunes de la vela (como fue? cuantos años tenía? y ahora?, etc.), más tarde me llevaron a un pequeño conversatorio. Dentro del mismo, pude acotar lo interesante que eran esas "viejísimas amistades" que ofrecen el vasito del refrescante consuelo; esas personas viejitas que, a pesar del ventolero, los dolores y sus enfermedades, se ponen una bufanda y todas las suetas que tengan para estar ahí en el doloroso momento de la despedida. Solo el verdadero sentido del amor llega a entender esa gran sorpresa... y genera frases tan profundamente caladoras como "espero ser una de las personas que te acompañe toda la vida"... increíblemente maravilloso, verdad?


Y la otra gran sorpresa... como es que abuela, ya sin vida, aun sigue promoviendo que nos encontremos. Dios es sabio... en su infinita sabiduría ha dispuesto que tengamos que morir para encontrarnos con Él, con los demás y así pensar en lo que estamos pensando y en lo que estamos haciendo con nuestras vidas.


Hoy por hoy, abuelito la sigue llorando. Sigue auto-animándose para asumir la tarea que le toca asumir: vivir con ganas, en un mundo completamente nuevo, lleno de cariños familiares pero con un gran hueco en su corazón. Su amor no le impide hacer silencio y alguna gota de lágrima expresa el grito de su alma... ya está en su octava década y se da el permiso de expresar lo que siente como si fuera el primer mes de vida. Su vida le cambió completamente... Se levanta de la cama y riega las plantas con el fin de seguir compartiendo su vida con la vida de todo lo que le rodea. Sorprendente verdad?






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